Si las microalgas necesitan del CO2 para vivir, ¿por qué no usarlas para capturar las emisiones de este gas de efecto invernadero? Enchufadas directamente a los aliviaderos de una central eléctrica, las microalgas proliferan gracias el dióxido de carbono. El círculo se cierra con la obtención de biomasa vegetal para acuicultura, cosméticos, energía y hasta la alimentación humana.
Con apenas siete años de historia, pero sobre la base del conocimiento generado durante cuatro décadas en las universidades de España, la empresa española AlgaEnergy ha explorado todas las posibilidades que ofrecen las microalgas. Hay más de 60.000 estirpes, aunque son muchas menos las que se pueden aprovechar para su uso industrial. Al ser la base de la alimentación de los peces, pues se trata del primer elemento de la cadena trófica en el agua, su primera utilidad es obvia: la acuicultura.
Pero con algo de imaginación y mucho I+D, estas algas microscópicas también pueden servir como biofertilizantes en la agricultura. Algunas especies, como la Spirulina y la Chlorella, empiezan a formar parte de la composición de cremas y lociones corporales. Ricas en proteínas (incluyen todos los aminoácidos esenciales), vitaminas, lípidos, carbohidratos y carotenoides, también empiezan a colarse en la dieta en forma de pastillas o zumos.
Otra de sus grandes promesas, convertida en realidad en los laboratorios, es, mediante ingeniería genética, usarlas para obtener biocombustibles limpios e inagotables.
AlgaEnergy ya comercializa productos para la acuicultura, la agricultura, la cosmética y la nutrición. Pero su idea de lo que pueden hacer las microalgas va más allá. Hay que acelerar su crecimiento, y para ello qué mejor que darles una buena dosis de CO2. Como cualquier otro vegetal, estos organismos necesitan del dióxido de carbono para vivir. Así han convertido un problema, los altos niveles de este gas, en una solución.
En Arcos de la Frontera (Cádiz) tienen una planta donde cultivan microalgas. En el proceso de generación eléctrica, la fábrica emite grandes cantidades de CO2. Así que lo que han hecho los de AlgaEnergy es inyectar los gases de combustión a los cultivos de microalgas, para así convertirlo en un producto natural de interés comercial.
El proyecto, llamado CO2ALGAEFIX, está plenamente operativo desde mayo. Sobre una superficie de 10.000 m2, AlgaEnergy desplegó una planta de cultivo de microalgas con capacidad para un millón de litros de líquido verde, que de momento produce 40 toneladas de biomasa anuales, aunque el objetivo es llegar a las 100 toneladas en el año 2015.
Para hacerse una idea, las estimaciones de la empresa muestran que la planta de Arcos de la Frontera puede capturar unas 200 toneladas anuales de CO2. En la naturaleza, se necesitaría una treintena de hectáreas pobladas con unos 26.000 árboles para fijar la misma cantidad.
“La biomasa obtenida se centrifuga, y después puede liofilizarse o congelarse”, explica el responsable de desarrollo de negocio de la empresa, Carlos Rodríguez-Villa. “En función de la aplicación comercial a la que se destine, se puede extraer algún compuesto de interés, o suministrar la biomasa como producto final”, añade.
Los números salen. Las microalgas son el fijador biológico más eficiente y rentable del CO2. Por cada dos kilogramos de dióxido de carbono que toman las microalgas, se produce uno de biomasa.
“Estamos en conversaciones para establecer más plantas de este tipo en otros países, ya que ofrecemos proyectos llave en mano. Las microalgas son el sistema natural de captura y fijación de CO2 más eficiente del planeta, y como nuestra tecnología es fácilmente escalable, despertamos el interés de otros emisores de CO2”, comenta Rodríguez-Villa.
AlgaEnergy también ha llamado la atención de la Unión Europea. Recientemente ha sido seleccionada por la Comisión Europea como una de las 155 pymes con mayor potencial de crecimiento en Europa, y la única empresa de microalgas seleccionada entre miles de candidaturas.
Es, además, la única compañía de microalgas que forma parte del consorcio europeo Bio-based Industries Consortium (BIC), impulsado por la Comisión Europea. Con un presupuesto de 2.000 millones de euros, busca un modelo sostenible que lleve a Europa a la era pospetróleo. Y las microalgas tendrán ahí su papel. Fuente: El Confidencial
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