Esta claro que necesitamos la luz
por la noche para poder ver, en las calles, parques, etc? Pero? ¿hace falta
“tirar” tanta luz hacia arriba? Se ha demostrado por activa y por pasiva que
muchas de las farolas de este país lanzan demasiada luz hacia arriba,
desperdiciando energía y la propia luz. Todo esto es lo que perdemos y tiramos
al espacio. Esto es la llamada contaminación lumínica.
La ‘contaminación lumínica‘ puede
definirse como la emisión de flujo luminoso de fuentes artificiales nocturnas
en intensidades, direcciones, rangos espectrales u horarios innecesarios para
la realización de las actividades previstas en la zona en la que se instalan
las luces.
Un ineficiente y mal diseñado
alumbrado exterior, la utilización de proyectores y cañones láser, la
inexistente regulación del horario de apagado de iluminaciones publicitarias,
monumentales u ornamentales, etc., generan este problema cada vez más
extendido.
La contaminación lumínica tiene
como manifestación más evidente el aumento del brillo del cielo nocturno, por
reflexión y difusión de la luz artificial en los gases y en las partículas del
aire, de forma que se altera su calidad y condiciones naturales hasta el punto
de hacer desaparecer estrellas y demás objetos celestes.
Es indudable que el alumbrado
exterior es un logro que hace posible desarrollar múltiples actividades en la
noche, pero es imprescindible iluminar de forma adecuada, evitando la emisión
de luz directa a la atmósfera y empleando la cantidad de luz estrictamente
necesaria allí donde necesitamos ver. Toda luz enviada lateralmente, hacia
arriba o hacia los espacios en donde no es necesaria no proporciona seguridad
ni visibilidad y es un despilfarro de energía y dinero.
Sobre este grave problema, hasta
el momento, existe escasa conciencia social, pese a que genera numerosas y
perjudiciales consecuencias como son el aumento del gasto energético y económico,
la intrusión lumínica, la inseguridad vial, el dificultar el tráfico aéreo y
marítimo, el daño a los ecosistemas nocturnos y la degradación del cielo
nocturno, patrimonio natural y cultural, con la consiguiente pérdida de
percepción del Universo y los problemas causados a los observatorios
astronómicas.
En este mapa se refleja la densidad de luz en España, marcando en rojo las zonas más contaminadas y en negro las que apenan emiten luz.
La Tierra contaminada
Estos perjuicios no se limitan al
entorno del lugar donde se produce la contaminación -poblaciones, polígonos
industriales, áreas comerciales, carreteras, etc.-, sino que la luz se difunde
por la atmósfera y su efecto se deja sentir hasta centenares de kilómetros
desde su origen.
La iluminación artificial resalta
las regiones más desarrolladas y pobladas de la superficie terrestre,
incluyendo los litorales de Europa, la costa este de los Estados Unidos y Japón
. Muchas grandes ciudades se encuentran cerca de ríos o del océano, para así
favorecer la exportación e importación barata de bienes. Las áreas
especialmente oscuras incluyen el centro de América del Sur, África, Asia y Australia.
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