16 de enero de 2013

Contaminación lumínica

Esta claro que necesitamos la luz por la noche para poder ver, en las calles, parques, etc? Pero? ¿hace falta “tirar” tanta luz hacia arriba? Se ha demostrado por activa y por pasiva que muchas de las farolas de este país lanzan demasiada luz hacia arriba, desperdiciando energía y la propia luz. Todo esto es lo que perdemos y tiramos al espacio. Esto es la llamada contaminación lumínica.

La ‘contaminación lumínica‘ puede definirse como la emisión de flujo luminoso de fuentes artificiales nocturnas en intensidades, direcciones, rangos espectrales u horarios innecesarios para la realización de las actividades previstas en la zona en la que se instalan las luces.

Un ineficiente y mal diseñado alumbrado exterior, la utilización de proyectores y cañones láser, la inexistente regulación del horario de apagado de iluminaciones publicitarias, monumentales u ornamentales, etc., generan este problema cada vez más extendido.

La contaminación lumínica tiene como manifestación más evidente el aumento del brillo del cielo nocturno, por reflexión y difusión de la luz artificial en los gases y en las partículas del aire, de forma que se altera su calidad y condiciones naturales hasta el punto de hacer desaparecer estrellas y demás objetos celestes.


Es indudable que el alumbrado exterior es un logro que hace posible desarrollar múltiples actividades en la noche, pero es imprescindible iluminar de forma adecuada, evitando la emisión de luz directa a la atmósfera y empleando la cantidad de luz estrictamente necesaria allí donde necesitamos ver. Toda luz enviada lateralmente, hacia arriba o hacia los espacios en donde no es necesaria no proporciona seguridad ni visibilidad y es un despilfarro de energía y dinero. 

Sobre este grave problema, hasta el momento, existe escasa conciencia social, pese a que genera numerosas y perjudiciales consecuencias como son el aumento del gasto energético y económico, la intrusión lumínica, la inseguridad vial, el dificultar el tráfico aéreo y marítimo, el daño a los ecosistemas nocturnos y la degradación del cielo nocturno, patrimonio natural y cultural, con la consiguiente pérdida de percepción del Universo y los problemas causados a los observatorios astronómicas.

En este mapa se refleja la densidad de luz en España, marcando en rojo las zonas más contaminadas y en negro las que apenan emiten luz.

La Tierra contaminada

Estos perjuicios no se limitan al entorno del lugar donde se produce la contaminación -poblaciones, polígonos industriales, áreas comerciales, carreteras, etc.-, sino que la luz se difunde por la atmósfera y su efecto se deja sentir hasta centenares de kilómetros desde su origen.


La iluminación artificial resalta las regiones más desarrolladas y pobladas de la superficie terrestre, incluyendo los litorales de Europa, la costa este de los Estados Unidos y Japón . Muchas grandes ciudades se encuentran cerca de ríos o del océano, para así favorecer la exportación e importación barata de bienes. Las áreas especialmente oscuras incluyen el centro de América del Sur, África, Asia y Australia.


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