Remontando High Street, sin
embargo, uno empieza a notar que algo está ocurriendo realmente en Totnes… En
plena crisis, aquí tenemos la explosión de pujantes comercios locales. Muchos
de ellos admiten el pago con la divisa autóctona, la libra de Totnes. Los 40
cafés locales han hecho piña para evitar la apertura de cadenas
multinacionales. Y los vecinos han sido capaces de organizarse, calle a calle,
para llenar los tejadosde paneles solares.
La semilla del cambio se plantó
hace tiempo en Totnes. Hace casi un siglo, Dorothy y Leonard Elmhirst
levantaron muy cerca su utopía rural, en lo que hoy es el Dartington Hall y el
Schumacher College. El pueblo fue siempre uno de los puntales del pensamiento
progresista y de la busca de otros estilos de vida. Pero el auténtico
catalizador ha sido el movimiento de la Transición, que nació aquí en 2005 y que se ha
propagado ya por 34 países con su mensaje de regeneración energética, económica
y social.
«El sistema con el que
funcionamos ha entrado en un callejón sin salida», advierte Rob Hopkins,
permacultor y cofundador del movimiento, que decidió trasplantar a Totnes el
experimento tras los primeros pasos en Kinsale (Irlanda).
«La era del crecimiento ilimitado
y el petróleo barato ha tocado a su fin. Y el problema es que no tenemos a mano
una alternativa».
«Con la Red de Transición estamos
intentando crearla con un abanico de ideas e iniciativas desde lo local»,
advierte Hopkins. «No tenemos las soluciones, pero las estamos buscando. El
objetivo es crear comunidades resilientes en cualquier parte del mundo. Cada
país y cada cultura lo está adaptando a su manera y con sus propios
ingredientes».
Planes de descenso energético.
Cooperativas de energía solar.Monedas complementarias. Apoyo a la emprendiduría
social. Impulso de la agricultura urbana… El movimiento que nació como
Transition Towns, como respuesta a los retos del cambio climático y del pico
del petróleo, se ha adaptado a los tiempos que corren y a la necesidad de
respuestas ante la crisis.
Reconomy Project, el proyecto
para regenerar la economía, es precisamente el reclamo de la conferencia anual
que se celebra este fin de semana en Londres y a la que asisten los miembros de
los más de 200 grupos británicos de transición, más 60 representantes del
movimiento en otros países, entre ellos España.
Juan del Río, gestor y formador
ambiental, cofundador de Transición Sostenible, ha disertado en Londres sobre
el papel del movimiento «en tiempos de austeridad». «Hay un gran interés y una
lógica preocupación por todo lo que está pasando en el sur de Europa», admite
Del Río. «Lo cierto es que en España están surgiendo muchas iniciativas ante la
crisis, de cooperativas integrales a redes de intercambio y monedas sociales. La Transición aspira a ser
el puente entre estas islas, el catalizador que necesitamos para estar
conectados y poner las ideas en acción».
En España hay ya entre 25 y 30
grupos de transición, de Barcelona a Madrid, de Valencia a Bilbao, de Coín a
Vilanova i la Geltrú. La
primavera pasada se celebró el primer encuentro nacional en Zarzalejo (Madrid),
y con el impulso de la portuguesa Filipa Pimentel –que coordina desde Bruselas
todos los hubs repartidos por el mundo– la nueva transición ibérica está
tomando fuerza y forma.
«Transición es una palabra
positiva para nosotros, por todo lo que implica de cambio y apertura», sostiene
Juan del Río. «Está claro que en el sur de Europa necesitamos pasar a la acción
con respuestas desde lo económico. Pero tenemos que hacer al mismo tiempo un
esfuerzo de transición personal. Quienes buscamos alternativas hemos estado muy
desunidos hasta la fecha: hay que aceptar que las diferencias son nuestra
fuente de diversidad».
Una reciente película, Transition
2.0, da cuenta del efecto multiplicador del movimiento, de Nueva Zelanda a
India, pasando por Japón, Brasil o Italia (donde el ayuntamiento de Monteveglio
ha adoptado públicamente la primera «resolución de transición»).
En Gran Bretaña, el movimiento ha
saltado de los pueblos a las grandes ciudades: en Londres existen ya 40 grupos
de transición, conectando los grandes barrios y promoviendo iniciativas de
eficiencia energética, autonomía alimentaria o dinero local, como la
emblemática libra de Brixton. Una ciudad de medio millón de habitantes,
Bristol, ha dado un gran impulso al movimiento este año con la adopción de su
propia divisa electrónica y complementaria que aspira a reactivar la economía
local.
«Experimentamos haciendo: no
esperamos a que nadie nos dé permiso », advierte Ben Brangwyn, cofundador del
movimiento. «No tenemos una receta mágica para el cambio, y hemos comprobado
que la misma fórmula no funciona en todas las partes del mundo. Pero la red se
está propagando cada vez más rápido. Del intercambio de experiencias está
surgiendo un poder transformador que antes no teníamos».
Rob Hopkins, cofundador de
Transition Towns, ha acuñado un lema infalible para pasar a la acción: «Si
esperamos a que actúen los Gobiernos, será demasiado tarde. Si tomamos la
iniciativa individualmente, será demasiado poco. Pero si actuamos en
comunidades, probablemente será suficiente y a tiempo». Hopkins reconoce que la
transición a un nuevo modelo económico y energético debería haber comenzado
hace tres décadas, «pero aún estamos a tiempo de evitar el colapso actuando
desde lo local y construyendo economías resilientes». «Soy un gran creyente en
el potencial del ser humano», asegura.
Autor: Carlos Fresneda
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